El Consejo General del Poder Judicial ha desestimado el escrito dirigido por varias asociaciones de mujeres demandando graves sanciones contra la magistrada María Soledad Sanahuja. Celebramos la decisión del CGPJ. En nuestra opinión, las peticiones formuladas en el escrito de las asociaciones de mujeres vulneraban claramente el derecho a la libertad de expresión de la magistrada Sanahuja, puesto que se apoyaban en las opiniones que públicamente ésta había manifestado. Creemos, por otra parte, que las firmantes del escrito aparecen como representantes de la voz de las mujeres y del feminismo con argumentos que, desde nuestro punto de vista, representan solamente una parte de la opinión pública, una parte de la opinión de las mujeres y una parte de la opinión del feminismo. Las organizaciones y personas que firmamos este escrito nos sentimos suficientemente autorizadas para hacer oír nuestras voces, no solamente por nuestro derecho a la libertad de expresión, sino por nuestra trayectoria en la defensa de las mujeres y de la lucha feminista desde que surgen las primeras voces críticas contra la discriminación de las mujeres en nuestras tierras. Hemos permanecido demasiado tiempo calladas o quizá con poco ímpetu para hacernos oír. Por esta razón, queremos hacer llegar también nuestra voz al CGPJ, a otras instituciones del Estado y a la opinión pública para hacer valer nuestra discrepancia con las ideas feministas que más se hacen oír y para dejar constancia de otra forma de concebir el feminismo. Nuestros principales desacuerdos se han puesto de manifiesto ante las opiniones vertidas con motivo de las últimas disposiciones legales emanadas del Parlamento del Estado: la Ley de medidas para la erradicación de la violencia de género y la Ley por la que se modifica el Código Civil en materia de separación y divorcio. Los planteamientos de muchas mujeres feministas en apoyo de la primera Ley citada y como crítica a la segunda inciden en apreciaciones, desde nuestro punto de vista, equivocadas. Por una parte, la tendencia a presentar a los hombres siempre como verdugos y a las mujeres siempre como víctimas, atribuyéndoles a los primeros unos casi innatos instintos o deseos de dominación, sin entrar en otras consideraciones e influencias de carácter social y cultural y, sobre todo, confundiendo al individuo con el género. Esta posición ha llevado a introducir en la Ley contra la violencia de género algunas medidas discriminatorias, como la mayor penalización para los hombres que para las mujeres por la misma conducta, que, desde nuestro punto de vista, en nada contribuyen a favorecer a las mujeres. Al mismo tiempo se han olvidado o minimizado medidas de reeducación o resocialización de los hombres que han maltratado y medidas de prevención de los conflictos. Discrepamos también de lo que podemos llamar filosofía del castigo. Hay una creciente tendencia en nuestra sociedad a tratar de resolver los conflictos sociales por medio del Código Penal y, en el caso que nos ocupa, con el endurecimiento de las penas. No queremos decir que no se castigue el maltrato, pero la experiencia demuestra que no reside ahí la solución del problema, porque más castigo no implica menos delito ni mayor protección para las víctimas. En el caso de la reforma en materia de separación y divorcio, se han vertido opiniones que atribuyen siempre a los hombres las causas del conflicto que provoca la separación. Partiendo del hecho incuestionable de que las mujeres habitualmente se ocupan de los hijos más que los padres, se han sacado conclusiones poco fundamentadas afirmando que los hijos están siempre mejor con la madre que con el padre, o que los hombres, por el papel que juegan en la familia, quieren menos a los hijos que las mujeres. Al mismo tiempo, se han atribuido a los hombres intenciones espurias a la hora de solicitar la custodia compartida, mientras que, según parece, a las mujeres siempre y sólo les mueve el amor filial. Esta visión bastante maniquea, por mucho que nos halague a las mujeres, puede estar, en ocasiones, muy alejada de la realidad. En definitiva, el feminismo que las personas abajo firmantes defendemos, no debe aparecer ni vengativo ni victimista. Apoyamos, sobre todo, la vía del diálogo, de le educación, de la prevención de los conflictos y de la confianza en la capacidad de las personas para modificar su conducta. Y confiamos en la capacidad de las mujeres para resistir, para hacernos un hueco, para dotarnos de poder en nuestro camino en busca de la igualdad real entre hombres y mujeres.
Madrid, 20 de junio de 2005
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